El misterio del arte

El misterio del arte

Elkin Bolaño-Vásquez 
Julio
Tallerista, Fundación BAT
 
¿Cómo explicar un sabor o un olor? ¿cómo se explica el sabor que kiwi o de la guanábana a alguien que no conoce tales frutos? Paradoja similar vivieron los expedicionarios españoles recién llegados a Abya Yala, nombre que es sinónimo de resistencia frente a la imposición del término América. Este continente que, bajo la denominación indígena, es una Tierra en florecimiento puso en dificultades el idioma español para denominar lo que nunca habían visto, olfateado o saboreado.
El ejemplo más conocido es la iguana, ya que obligó a interpretaciones que mezclaron mitología con valoraciones estéticas. Mitológicas porque describían un animal con características fantásticas: serpiente con patas o un dragón. Estéticas porque lo definen como lagarto espantoso que, en cierto modo contradice su potencial fantástico. Estas observaciones introducen las complejidades del misterio que se solapa en lo nuevo, especialmente porque la única manera de contrarrestarlo es a través del conocimiento que se alcanza con el esfuerzo de nombrar, indicando la arbitrariedad y artificialidad de esta tarea ya que es un modo de apropiación desde el cual se pueden crear imaginarios. Estas circunstancias suponen el florecimiento de nuevas formas de enunciación que se convirtieron en la causa histórica para nombrar nuestro continente en términos de una lengua originaria.
Lo anterior se refiere al resultado de nombrar y ofrece pocas pistas sobre el proceso temporal y cognitivo que exigió, además de las tensiones sociales y científicas para su aceptación. En tal sentido, la dificultad de describir sabores y olores tiene una relación directa con la descripción de la experiencia que se vive frente a la belleza sublimada. Sin el ánimo de negar los esfuerzos teóricos, pedagógicos y didácticos del mundo del arte es importante notar que todos ellos deben llevar a una experiencia directa y no a su racionalización. La sublimación o la sensación de sobrecogimiento supera el reino de las palabras porque, como se ha mostrado, tienen limitaciones para captar la esencia de lo que ofrece el mundo, especialmente la novedad. Limitaciones que se refieren a la descripción de características, muchas veces superficiales, que especifican algunas funciones y apariencias.
¿Qué es lo que se debe saber cuándo se come una fresa? ¿sus beneficios para la salud, que su color indica un alto contenido de antioxidantes o que después de cierto grado de maduración sus nutrientes se convierten en carbohidratos o que tras su descomposición se produce alcohol y metano o que alivia el hambre o que es un fruto con alto nivel alergénico? La experiencia de comer fresa depende de una realidad contextual que define su parámetro de uso y, por tanto, lo que se puede conocer de ella, pero no dice nada de su sabor u olor. El misterio del arte se enmarca en situaciones
Por: Elkin Bolaño-Vásquez
similares porque el despliegue de potencialidades de una obra dependerá en gran medida de la disponibilidad emocional y el perfil de conocimiento de cada espectador.
El primer filtro para el despliegue de tales potenciales es la definición que prevalece en cada quien, que no es otra cosa que el imaginario desde el que se percibe: el arte como noticia-espectáculo, como turismo cultural, como virtuosismo técnico, como mensaje encriptado, como ejercicio terapéutico o como prestigio social. No obstante, el misterio del arte radica precisamente en el hecho de sortear cualquier barrera racional y mostrar que su práctica mueve y enriquece una experiencia ontológica. Es decir, que el arte por el arte construye su esencia en el encuentro de versiones y direcciones distintas de una misma pregunta ofreciendo la oportunidad de reconocer que su misterio es un reflejo del misterio de la vida.
En consecuencia, el preguntar artístico que se realiza por fuera de los modelos establecidos es una forma de resistencia y no conformarse con las respuestas es una forma de cuidado porque lo único que puede calmar la incertidumbre racional es la magnificencia de la belleza. Es por ello que el deterioro de capacidades cognitivas como la imaginación, la intuición y la creatividad se convierte en la causa subyacente de la pérdida de sentido racional, mientras que el contacto con la belleza ayuda a descubrir el sentido del sinsentido. Es como cuando a la pupila se le otorga el tiempo suficiente para dilatarse lo necesario para transmutar la oscuridad en penumbra, en claroscuro y así observar aspectos, aparentemente invisibles, de la belleza intrínseca de la vida.
Si bien el misterio del arte es más una experiencia que una descripción racional, es posible estructurar una intuición sobre ella a partir del siguiente contraste. Mientras la ciencia busca la comprensión de la naturaleza y plantea soluciones estandarizadas a preguntas metódicas, el arte aspira a vivir su misterio porque no busca respuestas, sino una sintonía que suspende el ego mientras afirma la presencia en el presente. Por consiguiente, el arte se nutre en la medida que no sacrifica el misterio por una fórmula, al tiempo que aprende a vivir con preguntas. Porque el misterio del arte es una pregunta que no admite una lista de respuestas preestablecidas.

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